Hace muchos, pero que muchos años, vivía una niña en
un pueblecito muy pequeño donde apenas había tiendas. Siempre había soñado con
tener un caballito balancín. Un día su papá fue a la ciudad y le compró el
caballito para su cumpleaños. Menuda alegría que se llevó su hija cuando lo vio.
Lo colocó junto a la ventana para poder cabalgar viendo el paisaje.
Pasaron unas semanas y la niña se cansó del caballito
y lo arrinconó. El caballito ya no podía ver el paisaje y nadie jugaba con él.
Cada día que pasaba estaba más triste. Un día un amiguito de la niña estuvo
comiendo en su casa y vio el caballito. - Me dejas jugar con el - preguntó el
niño. Bueno, como quieras, a mí ya no me gusta. El niño montó en el caballo,
pero éste no se balanceaba. Por más que el niño se movía el caballito estaba
quieto. Muy asustado el niño salió en busca de su amiga. La niña, creyendo que
era una broma entró y pudo comprobar que ya no podía cabalgar en su caballito.
Revisando el caballito, vio que en su cara había unas lagrimitas. El caballito
estaba triste pues nadie le hacía caso. La niña comprendió a su caballito, y se
lo regaló a su amigo que tenía muchos hermanos. Así el caballito nunca más
estuvo abandonado y siempre jugaban con él. Y además de ser muy feliz, hizo
felices a todos los niños de la casa.
MENSAJE:
Algunas veces los juguetes que abandonamos, hacen
felices a otros niños. Compártelos.
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