Había una vez, una alegre y
despreocupada cigarra, a la que le encantaba pasar el verano cantando, sin
pensar en nada más. En el lado contrario, se encontraba su vecina, una
trabajadora hormiga, que tan solo vivía para trabajar y recolectar comida.
Cansada de ver a la hormiga
trabajar, la cigarra le dijo:
-Querida hormiguita ¿Por qué
trabajas sin descansar un momento? Siéntate conmigo un rato y disfruta del
verano.
-Cigarra imprudente, más te
valdría dejar tu pereza a un lado y empezar a acumular comida para el largo
invierno que se avecina.
Una advertencia, que la cigarra se tomó a broma y a la que no
hizo el menor caso.
Cuando el invierno, hizo acto de
presencia, la cigarra se encontró con que nada había previsto para calentarse,
ni alimentarse durante esta gélida estación. Muerta de hambre y de frío,
recordó a aquella pequeña hormiguita, que siempre pasaba por su casa, cargada
de comida, a la que decidió pedir ayuda, para aliviar su penosa situación.
-Pequeña hormiguita, tú que tanta
comida tienes guardada desde el verano ¿podrías darme algo para que mi estómago
deje de rugir?
-Me gustaría ayudarte cigarra,
pero ¿no te reías de mí, mientras trabajaba en el verano? ¿Qué te impedía
imitarme?
- Cantar y disfrutar del verano.
-Pues en lugar de hacer tanto el
vago, mejor te hubiera valido dedicar un poco de tu tiempo a guardar para el
invierno.
Tras decir estas palabras, cerró
la puerta de un portazo, dejando a la cigarra, lamentándose por su mala
conducta.
MENSAJE:
Siempre hay que guardar pan para
mayo.
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