La
historia parece increíble: El salvadoreño José Salvador Alvarenga, el náufrago
que dice haber estado a la deriva 13 meses. El hombre con una tupida barba
pelirroja, aseguró haber zarpado el 21 de diciembre del 2012 del puerto de
Paredón (cerca de Tapachula, en el estado mexicano de Chiapas) en una
embarcación bautizada Camaronera de la Costa, "una lancha muy
pequeña", junto a un compañero llamado Ezequiel, apareció vivo en Enero
del 2014 a más de 10.000 kilómetros de distancia, en la región de Micronesia,
en el Pacífico.
‘La
Chancha’, apodo con que lo conocían en México, fue reconocido el lunes por los
pescadores que trabajaban con él en el municipio de Pijijiapan (Chiapas). Sus
compañeros aseguran incluso que salió a pescar en noviembre del 2012, y no en
diciembre.
Pero
para José Salvador y Ezequiel la jornada de faena, por la que iban a cobrar
1.500 pesos (110 dólares), se complicó cuando empezó a soplar el Norte, un
viento muy fuerte.
A
70 kilómetros de la costa y sin motor, empezaron a ir a la deriva, relata
Alvarenga, de 37 años. Su compañero, de 15 o 16, murió a los cuatro meses, de
"sed y de hambre", porque vomitaba y era incapaz de alimentarse de
animales crudos.
"Aguantó
cuatro meses. Pero después me quedé yo solo. 'Dios mío ¿cuándo voy a salir,
cuándo me vas a llevar?' pensaba", relata el náufrago, que asegura que
lanzó el cadáver de su compañero de faena por la borda.
Empezó
entonces un periplo de más de un año en el que sobrevivió comiendo pescado
"cuando había" y bebiendo agua de lluvia o su propia orina.
"Me
levantaba esperando a patos, pájaros que vinieran a mi lancha. Los pajaritos
empezaban a rascar, los agarraba y me los comía", recuerda haciendo largas
pausas, como si le costara recordar lo que vivió.
También
se alimentaba de tortugas que se acercaban a la lancha.
"Pensaba
que iba acabar loco, que no iba a conocer la gente pensaba yo. Miraba a mi
papá, miraba a mi mamá, miraba a mis hermanas, pero eran imaginaciones",
explica el pescador, que pasaba horas "sentado, viendo el cielo, viendo el
sol".
Su
fe en Dios le mantuvo vivo, asegura, aunque también pensó en el suicidio.
"No pensaba en morirme, pensaba que iba a salir, fuerte. Pero en dos
ocasiones me quise matar, agarraba el cuchillo cuando no había agua ni comida",
recuerda.
El
hombre tocó tierra en un pequeño islote del Pacífico, el atolón de Ebon, en las
Islas Marshall, y puso fin a un viaje que parece sacado de un guion de
Hollywood. Un grupo de vecinos vio al hombre llegar en una embarcación de fibra
de vidrio de unos siete metros y se acercaron a rescatarlo. El náufrago estaba
desorientado y solo vestía únicamente ropa interior carcomida.
"La
embarcación estaba llena de conchas y otros animales marinos. Tenía una cría de
pájaro, una tortuga muerta, algunos cascarones de tortugas y restos de
pescado"
"Lo
primero que pensé era en comer, pensaba en tortilla, huevo, pollo, me imaginaba
la comida", evoca. El náufrago también se dijo que estaba ansioso por ver
su hija, llamada Fátima Maeva.
Una
vez en tierra firme, el náufrago fue acogido por los vecinos que también le
prestaron ropa limpia y lo alimentaron. Como no hablaba inglés, se comunicó
mediante dibujos y gestos y luego fue trasladado en patrullera hacia Majuro, la
capital de las Islas Marshall, donde está hospitalizado, hasta que el domingo
llegó un barco del gobierno para trasladarlo a la capital.
Su
madre, que vive en El Salvador, lo reconoció el lunes en las fotografías,
"Doy gracias a Dios de ver a mi hijo, creía que estaba muerto", dijo
a la cadena CNN, que vive con su esposo en Garita Palmera, a 118 km al suroeste
de San Salvador.
"Solo
quiero tenerlo aquí con nosotros", explicó, a la espera de que su hijo
vuelve a casa.
Fuente:
Diario El Comercio Perú. 2014
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