Antes de que se descubriera el río Amazonas, los
jíbaros se servían crudos los frutos de los árboles, las calabazas, las
semillas, las plantas, los animales que cazaban en la selva, los pescados de
los ríos y las aves que caían en sus trampas.
Naturalmente que las noches oscuras, esas en las que
no sale la luna, los obligaban a dormir en sus hamacas apenas moría la luz del
sol, para salir en las mañanas de sus chozas rumbo a sus labores cotidianas, y
así sus vidas transcurrían muy tristemente. Pero cierto día observaron que en
lo más recóndito del bosque brillaba una luz. En ese lugar vivía un hombre con
su mujer. Solo ellos poseían el fuego.
Taquea —así se llamaba la mujer del afortunado
jíbaro— le preparaba la comida bien cocida, las yucas asadas y las carnes
sancochadas. Y al anochecer, las sombras permanecían iluminadas como si los
luceros del cielo hubieran anidado en su choza.
Cierta vez ocurrió que Taquea, luego de que una
lluvia intensa escampara, salió a la chacra a cosechar yucas, frijoles y
zapallos para preparar la comida con el fuego que tenía. Caminaba ya de regreso
cuando en el sendero lodoso vio a un picaflor que no podía volar de lo
entumecido que estaba. Compadecida Taquea del pobre pajarillo, se dijo:
— ¡Pobre animalito! Lo llevaré a casa, tal vez pueda
hacer algo por él—. Y con mucho amor lo llevó en su pecho mientras regresaba a
casa.
Una vez en la vivienda, Taquea pensó que el calor de
la hoguera reviviría al pequeño y frágil pajarito. Y así fue: el fuego iba
secando las plumas de la avecilla, que se sentía volver a la vida, al mismo
tiempo que la candela secaba sus hermosas plumas. Una vez reanimado, se puso a
sacudir con gusto las alas y el pico.
Fue tanto el entusiasmo del picaflor que se revolcó
de alegría en las cenizas, sin darse cuenta de que estaba acercándose peligrosamente
al fuego. En un descuido, se incendió las plumas de la cola en las llamas de la
hoguera y, dejando una estela de humo, se echó a volar hacia el bosque.
Voló y
voló sin detenerse, mientras su colita parecía una antorcha. Ya lejos, se
detuvo en la copa de un arbusto marchito y un fragmento del fuego de su cola
fue a prender las secas ramas del vegetal.
Fue entonces cuando los jíbaros que cultivaban el
campo vieron en el horizonte que negras columnas, parecidas a las nubes, se
elevaban en el bosque de la selva, y corrieron hasta llegar a aquel lugar a ver
qué sucedía... ¡y encontraron que había fuego para todos! ¿Qué había ocurrido?
¿De dónde había salido esa maravillosa llama? No tardaron en comprenderlo.
La explicación estaba allí: al lado de las llamas,
quedaban todavía unas plumas quemadas de la cola del picaflor... Desde
entonces, los jíbaros tuvieron luz para alumbrarse durante las noches sin luna
y ahuyentar de sus chozas a peligrosos animales, mientras conversaban, cantaban
y danzaban alrededor de la fogata. Tuvieron fuego para cocer sus alimentos.
Agradeciendo los jíbaros al pequeño picaflor,
acordaron cuidar de esta avecilla, que les había llevado calor, luz y
protección a sus vidas.
COMPRENSIÓN
DE LECTURA:
1. ¿Quiénes son los personajes principales de esta
leyenda?
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2. ¿Cómo transcurría la vida de los jíbaros, antes
del descubrimiento del fuego?
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3. ¿Quiénes poseían únicamente el fuego?
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4. ¿Qué vio Taquea por el camino de regreso a casa?
¿Y qué hizo?
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5. ¿Qué paso con el picaflor para que sus plumas de
su cola se incendiaran?
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6. ¿Cómo se genero el fuego al pie del arbusto
donde se posó el picaflor?
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7. ¿Qué vieron los jíbaros en el horizonte?
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8. ¿Desde qué momento los jíbaros tuvieron fuego
para todos?
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9. ¿Qué acordaron los jíbaros, respecto al
picaflor?
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10. ¿Cuál es la importancia del fuego en la vida del
hombre?
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jaaa
ResponderEliminarJsjsjs
Eliminarlos jibaros
ResponderEliminarde donde es la leyenda
ResponderEliminarde donde es la leyenda
ResponderEliminarDe Perú, es de la selva
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ResponderEliminar.
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Hola
ResponderEliminarhola fantastico
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