Érase una vez un pez que vivía en un río muy
tranquilo, como hasta entonces había sido muy pequeño había estado siempre con
su mamá que le había protegido de todos los peligros. Como ya era mayor le
dijeron que tenía que ir al colegio de los peces donde le ensañarían muchas
cosas útiles para la vida en el río.
El pez no quería ir todos los días se
escapaba para no asistir a las clases que daba un pez muy viejo y muy
sabio.
Una de las cosas que aprendían era a
entender las señales que ponían en el fondo del río y que indicaban los
peligros, como por ejemplo las señales que indicaban el peligro de rocas
sueltas que podían caer y hacer daño, otras que indicaban las corrientes
peligrosas, también las había que avisaban de la presencia de pescadores, etc.
Como nuestro pez no iba, no las entendía, un día que estaba paseando sólo, vio
una de ellas pero paso de largo porque no supo lo que indicaba.
Era una de las que avisaban de que había
pescadores en un puente cercano, el pez vio un gusano muy apetitoso y se tiró
por él, notó un dolor terrible en la boca y se puso a hacer mucho ruido, el
pescador era un viejo “burro” que vivía cerca del río y que a pesar de ir muy a
menudo, nunca pescaba nada (gracias a las señales), se puso muy nervioso y
empezó a tirar del sedal mientras se asomaba a ver lo que había pescado. Muchos
peces acudieron al oír al pequeño y le agarraron unos a él y otros del hilo; a
una señal tiraron todos y el pobre “burro” cayó al agua, no sabía nadar y empezó
a hundirse, a los peces les dio pena y lo sacaron a la orilla.
Al pececito le quitaron el anzuelo pero no
se le olvidó el susto y desde entonces no faltó nunca más a clase y en cuanto
al “burro” sólo fue a la orilla de paseo y jamás volvió a meter su caña en el
río.
Mensaje:
El aprender a tiempo las cosas necesarias,
siempre nos servirá en nuestra vida diaria.
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