El día de los encargos era uno de los más esperados por todos los niños en
clase. Se celebraba durante la primera semana del curso, y ese día cada niño
y cada niña recibía un encargo del que debía hacerse responsable durante ese
año. Como con todas las cosas, había encargos más o menos interesantes, y
los niños se hacían ilusiones con recibir uno de los mejores. A la hora de
repartirlos, la maestra tenía muy en cuenta quiénes habían sido los
alumnos más responsables del año anterior, y éstos eran los que con más
ilusión esperaban aquel día. Y entre ellos destacaba Rita, una niña amable y
tranquila, que el año anterior había cumplido a la perfección cuanto la
maestra le había encomendado. Todos sabían que era la favorita para recibir
el gran encargo: cuidar del perro de la clase.
Pero aquel año, la sorpresa fue mayúscula. Cada uno recibió alguno
de los encargos habituales, como preparar los libros o la radio para las
clases, avisar de la hora, limpiar la pizarra o cuidar alguna de las mascotas.
Pero el encargo de Rita fue muy diferente: una cajita con arena y una hormiga. Y
aunque la profesora insistió muchísimo en que era una hormiga muy especial,
Rita no dejó de sentirse desilusionada.
La mayoría de sus compañeros lo sintieron mucho por ella, y le compadecían y
comentaban con ella la injusticia de aquella asignación. Incluso su
propio padre se enfadó muchísimo con la profesora, y animó a Rita a no
hacer caso de la insignificante mascotilla en señal de protesta. Pero Rita, que
quería mucho a su profesora, prefería mostrarle su error haciendo algo especial
con aquel encargo tan poco interesante:
- Convertiré este pequeño encargo en algo grande -decía Rita.
Así que Rita investigó sobre su hormiga: aprendió sobre las distintas
especies y estudió todo lo referente a su hábitat y costumbres, y
adaptó su pequeña cajita para que fuera perfecta. Cuidaba con mimo toda la
comida que le daba, y realmente la hormiga llegó a crecer bastante más de lo
que ninguno hubiera esperado...
Un día de primavera, mientras estaban en el aula, se abrió la
puerta y apareció un señor con aspecto de ser alguien importante. La
profesora interrumpió la clase con gran alegría y dijo:
- Este es el doctor Martínez. Ha venido a contarnos una noticia estupenda
¿verdad?
- Efectivamente. Hoy se han publicado los resultados del concurso, y esta clase ha sido seleccionada para acompañarme este verano a un viaje por la selva tropical, donde investigaremos todo tipo de insectos. De entre todas las escuelas de la gigante que se os encomendó. ¡Felicidades! ¡Seréis unos ayudantes estupendos!.
- Efectivamente. Hoy se han publicado los resultados del concurso, y esta clase ha sido seleccionada para acompañarme este verano a un viaje por la selva tropical, donde investigaremos todo tipo de insectos. De entre todas las escuelas de la gigante que se os encomendó. ¡Felicidades! ¡Seréis unos ayudantes estupendos!.
Ese día todo fue fiesta y alegría en el colegio: todos felicitaban a la
maestra por su idea de apuntarles al concurso, y a Rita por haber sido
tan paciente y responsable. Muchos aprendieron que para recibir las tareas
más importantes, hay que saber ser responsable con las más pequeñas, pero sin
duda la que más disfrutó fue Rita, quien repetía para sus adentros "convertiré
ese pequeño encargo en algo grande".
MENSAJE:
Para recibir las tareas más importantes, hay que saber ser responsable con las más
pequeñas.
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