En un paraje arequipeño muy hermoso de nombre Chiguata ubicado al pie del majestuoso volcán Misti, había
una vez un campesino llamado Mateo, que tenía tres burros: “Orejitas”, “Risitas”
y “Casquitos“ a quienes los empleaba para realizar las faenas propias del
campo. Los hacía trabajar mucho todos los días, hasta que un día uno de ellos,
“Orejitas” daba signos de estar enfermo, pero su amo no le prestaba atención,
todo lo contrario le colocaba más carga, hasta que “Orejitas” dobló una por una
cada oreja, cerro sus ojos y cayó súbitamente, su amo como siempre ni caso le
hizo, le quito la carga como pudo y la puso en los lomos de los demás burros, lo
dejo en medio camino tirado y prosiguió el viaje sin ningún remordimiento.
Un campesino que por allí pasaba encontró a Orejitas tirado,
parecía que no respiraba, le abrió los ojos y estos estaban tan blancos como
pallares, le puso la mano cerca al corazón y pudo sentir algunos latidos. Entonces
entendió que el borrico todavía tenía vida y decidió abrigarlo cubriéndolo con
su poncho, le dio de beber agua como podía. Luego de brindarle las primeras
atenciones fue a pedir ayuda a su
comunidad. Al cabo de unas horas llegaron una decena de campesinos y al ver al
pobre animalito les causo mucha indignación y tristeza, y con todas sus fuerzas
y cuidado pusieron a Orejitas sobre una gran manta y lo llevaron cargado a casa
de Don Manuelito, un hombre conocido en el pueblo por ser muy bonachón y ser el
veterinario del lugar.
Don Manuelito, apenas llego Orejitas lo atendió con mucho
cuidado y cariño, le dio las medicinas que requería y se pasaba velando el
sueño del borrico junto con decenas de campesinos que se turnaban y no
entendían como podía haber personas sin alma y sin corazón para dejar enfermo y
desamparado aun indefenso y pobre animalito, después de haberle servido por muchos años. Todos en la
comunidad estaban muy resentidos con don Mateo. Rubén, el hijo del doctor, se
había encariñado con Orejitas por sus grandes y lindos ojitos verdes, lo
cuidaba y le puso una chalina naranja alrededor de su cuello, y para engreírlo
cada vez que podía le alcanzaba unos vasitos de limonada, que el borrico sólo
los miraba.
Mientras tanto don Mateo, seguía llevando su cargamento de un
lugar a otro con la ayuda de Risitas y Casquitos, sin preocuparse un ápice por Orejitas,
hasta que un día éste enfermo muy gravemente de una enfermedad que lo tenía
postrado en cama por varios días, sin signos de mejoría, pese a que lo habían
visitado el médico del lugar y varios curanderos de las zonas aledañas, su
estado de salud empeoró y fue desahuciado. Por otro lado Orejitas se recuperaba
muy aceleradamente, tanto así que ya comía la porción que se le daba. Días
después el borrico ya fue al campo y su recuperación total fue casi milagrosa. Todos en la comunidad
estaban muy contentos y agradecidos con la vida.
Don Mateo pese a estar grave, fue informado del estado de
salud de Orejitas, él sólo a tino a levantar las manos como pudo, mirar al
cielo y decir -¡Perdóname!, -¡Perdóname!, mi burrito, -¡Qué burro que he sido
contigo, al no entender que tú eras un ser, que también necesitabas ayuda!,
dicho esto don Mateo dejo de existir.
Desde ese día, todos en la comunidad de Chiguata decidieron
que todos los animalitos sin excepción, serían tratados con mucho cuidado y
cariño. Fue entonces que los tres borricos Orejitas, Risitas y Casquitos ya no
eran sometidos a cargas pesadas, sino a cargas muy ligeras, y así todos se
convirtieron en defensores acérrimos de los animalitos y vivieron felices.
MENSAJE DE ENSEÑANZA:
Hay que proteger y tratar con cuidado y cariño a todos los
seres vivos inofensivos, para poder vivir en paz.
Autor: Rusvel Benavente Vilca. Chiclayo – Perú. 2015
Que bonita historia, por casualidad la leí pues llegue aqui por error, sin embargo, se merece un aplauso a esta publicación.
ResponderEliminarSaludos desde México
Gracias mil por tu comentario halagador. Me inyecta mucho ánimo para seguir pa delante.
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