Había una vez una linda flor de múltiples colores muy vistosos: resaltaban el rojo brillante, naranja, verde, azul, morado y amarillo. La flor estaba feliz
porque todo el mundo le decía que era muy hermosa.
Un día, al amanecer, se puso
a llover y siguió lloviendo sin parar hasta el anochecer. Al día siguiente, con
los primeros rayos del sol, la flor se despertó y al abrir sus pétalos a la
luz, se dio cuenta que todos y cada uno de ellos había perdido su color; ahora
eran blancos como la nieve. ¿Qué es lo que había sucedido? La flor muy triste
no paraba de llorar. De pronto, apareció a su lado un hada azul con un vestido corto.
- ¿Qué te pasa linda flor? ¿Por
qué lloras?
- Por qué he perdido mis lindos
colores, la lluvia del día anterior, los ha borrado por completo.
- ¡No te preocupes! dijo el hada.
Con estos rotuladores mágicos, yo te los volveré a dar; pero te pongo una
condición.
- ¿Cuál es? preguntó la flor.
- Muy sencillo, quiero que junto
a tus hermosos colores, deleites a todos los habitantes del campo con un
agradable perfume.
La flor aceptó. En ese momento,
el hada derramó sobre ella el líquido que contenía un pequeño frasquito de
cristal y al instante las demás flores y habitantes del campo pudieron
disfrutar de ese delicado perfume.
Después el hada muy alegre daba
giros de danza en el aire, y luego cogió sus rotuladores mágicos y con mucha
paciencia, fue coloreando todos los pétalos de la flor, hasta lucir tan hermosa
como antes.
La flor dio las gracias al hada y
prometió seguir inundando el campo con
su perfume y compartirlo con todo el mundo.
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