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viernes, 31 de julio de 2015

Como mi Luna no hay Ninguna - Abracitos RB


Rubén Neptuno era un joven perseverante, siempre lo que se proponía lo conseguía a punta de sacrifico y mucho esfuerzo. 

Un día caminaba por el campo contemplando la belleza, la verde naturaleza, el vuelo y cantar de los pajaritos, cuando de pronto vio cerca de él a una linda jovencita que iba en sentido contrario. Él la miro sin mucha atención, pero ella al pasar le regalo una simpática sonrisa, y luego cada quien prosiguió su camino. El joven camino unos metros más y encontró tirado un bello reloj, se agacho y lo cogió, lo miró y vio que el reloj marcaba las 10:00 de la mañana, miro hacia la jovencita que había pasado hace unos instantes, pero ya no la logro divisar, y por unos instantes él no supo qué hacer con el reloj, luego lo guardo, y siguió deleitándose con el verde prado.

Al día siguiente se levantó como de costumbre y como nunca se le vino a la mente  la imagen de la linda jovencita, y por coincidencia vio a lo lejos la silueta de una delgada mujer, corrió hacia ella pensando que era la jovencita que había visto un día antes, pero al estar cerca de ella vio que no era ella, entonces se dio media vuelta para retornar a su casa caminado muy pausadamente con la mirada perdida y siempre con la mente puesta en la jovencita que había perdido el hermoso reloj.

Todas las noches salía a ver el firmamento que se lucía con muchas estrellas brillantes y una inmensa luna llena. Pensaba y pensaba en aquella jovencita apuesta. En ocasiones le hablaba a la luna:
¡Lunita, decime tú, ¿cómo hago para encontrar a esa preciosura de mujer?!,−¡He pasado ya muchos días sin verla y mi corazón se niega a palpitar si no está ella!.
−¿Cuánto daría yo por verla siquiera una vez más?
−¡Lunita, tú que la vez desde arriba aceme el favor y pásale la voz, y dile que la quiero volver a ver!
−¡Sólo tú sabes lunita cuanto la pienso!

Y así Rubén Neptuno pasaba los días pensando en su linda princesa.  A veces pensaba que esa persona nunca existió, que fue un espejismo, pero eso no podía ser así, porque tenía con él, el reloj que era real, así que esa jovencita si existe se dijo.

Cierto día lunes, amaneció más esplendoroso que de costumbre, los pajaritos dejaban escuchar sus mejores cantos, las flores se mostraban más coloridas y brillantes, y el prado emanaba una frescura muy agradable que invitaba a salir y divertirse. Rubén Neptuno también despertó contento, así que salió a caminar por el verde prado muy despreocupado pero con unas sensaciones de felicidad muy grandes. Miro el cielo azul, respiro aire puro, saco del bolsillo el hermoso reloj que lo acompañaba y vio que marcaba las 10:00 de la mañana, se quedó sorprendido por un momento y luego recordó que esa era la misma hora de aquel día que vio a esa hermosa joven, entonces corrió como una centella hacia el mismo lugar y vio con alegría como el destino se encargó de juntarlos otra vez, allí estaba otra vez la joven que venía hacia él muy sonriente, se acercó y le dijo:
−¡Hola, qué bonito día ¿verdad?¡
−¡Siii!, respondió titubeante Rubén Neptuno
Por un momento entre ambos hubo un silencio, pero no dejaban de mirarse sonrientemente, hasta  que Rubén Neptuno dijo:
−¡Ese día encontré este reloj, ¿creo que es tuyo?!
−¡Oh, sí, gracias, no sabía dónde lo había perdido, gracias de verdad!
−¡De nada!, respondió Rubén Neptuno.
Pero sabes una cosa dijo la joven: ¡Ese reloj es un regalo muy preciado que me lo hizo mi papá y veo que tú lo has cuidado muy bien, por eso te regalo ésta esclava  -¡Acéptala!, -¡sé que la cuidarás muy bien!.−¡Póntela!,  −¡Se verá muy bien en tu mano!, −¡Será el símbolo de nuestra gran amistad!
−¡Gracias, muchas gracias!, respondió Rubén Neptuno poniéndose la esclava  y luego añadió:
¡La llevare conmigo por siempre!...
…¿Pero cuál es tu nombre?, preguntó Rubén Neptuno.
¡Luana Isis!, respondió ella muy dulcemente.
Luego ella avanzo siguiendo su camino, y él se quedo mirándola hasta que se perdió en el horizonte sin mediar palabra alguna.


Pasaron algunos años y Rubén Neptuno llevaba consigo siempre esa esclava que adoraba, las palabras y la imagen de Luana Isis en su mente que se quedaron prendidos y su noble gesto vivía siempre en su corazón. Siempre que podía le hablaba a la luna:
¡Lunita, decime tú otra vez, ¿cómo hago para encontrar a esa princesa?!,−¡He pasado ya muchos días sin verla y mi corazón se niega a palpitar si no está ella!.
−¿Cuánto daría yo por verla siquiera una vez más?
−¡Lunita, tú que la vez desde arriba aceme el favor y pásale la voz, que la quiero volver a ver!
−¡Sólo tú sabes lunita cuanto la pienso!

Hasta que un día Rubén Neptuno se propuso buscarla, no podía estar sin ella ni un día más. Miraba a la luna para ver si ella le daba alguna pista, hasta que -¡zas!, se le vino una idea a la mente, -¿Cómo no me había dado cuenta antes?, -¡eso es, ahí debe estar ella! se dijo; entonces cogió algunas de sus cosas y se fue a Lunahuaná, allí indagó por ella, preguntó por acá y por allá y parecía que nadie la conocía, casi desconsolado se dirigía sin rumbo hasta que alguien toco suavemente su hombro, él volteo y con sorpresa y alegría vio que era Luana Isis, la emoción lo embargo tanto que solo atino a mirar al cielo y decir -¡Gracias Lunita!. Luego ambos conversaron muy amenamente como dos buenos amigos, y Rubén Neptuno decidió quedarse a vivir en ese hermoso lugar y con el paso del tiempo se enamoraron profundamente y se comprendían a las mil maravillas, tal es así que nunca se separaban y se casaron a los pocos meses, tuvieron tres hermosos hijos, el primero de nombre Rusvel Júpiter, el segundo llamado Giovanni Marte y la última una hermosísima hija a quién pusieron de nombre Luna Gracy




Rubén Neptuno cada vez que se presentaba la ocasión no dejaba de mostrar su orgullo por su familia, en especial por su primogénita y solía decir: ¡Cómo mi Luna,  no hay ninguna!  y así esta encantadora familia fruto del más puro amor vivió muy feliz para siempre, junto con Kelly Venus y la mascota de la familia, la gata Sophia Estrella.



Autor:  Rusvel Benavente Vilca. Chiclayo – Perú. 2015

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